Por Manuel Olmoss
Derechos Reservados
Recuerdo cuando escuché a Silvio Rodríguez en concierto por primera vez. Fue en el “Teatro Ruben Dario”, de Managua, Nicaragua. Entonces yo era un adolescente que promediaba los 18 años y él por supuesto, joven y dueño de una energía inigualable que ya no le veo poseer. Hoy, le dije a mi compañera, “lo veo viejo, y siento que no llega a los tonos musicales de antes”. Parece que Silvio no es la excepción de sentir el peso de los años. Sin embargo, no hace falta recivir en sus conciertos su alejada energía para congratularse con sus canciones. Sus letras hecha poesía, y sus finos arreglos hacen disfrutarlo con intensidad. Al final, no importa si sus tonos son diferentes, porque lo grandioso es verlo y escucharlo en un contexto histórico, ubicarlo en el marco de su música comprometida con muchos pueblos que vivieron en la década de los 80s una guerra civil armada, como fue el caso de El Salvador. Silvio ha sido solidario regalando hermosas canciones a pueblos de diferentes países tales como: Chile, Vietnam, Nicaragua, etc.
Silvio Rodríguez quizás ya no regrese a California. A mi me bastó con haberlo disfrutado en Managua y en Los Angeles en casi un lápso de treinta años. Me bastó haberme re-encontrado con el viejo que canta sus canciones de cuando era joven, y al que algunos amigos dicen que yo imito cuando canto. Silvio es y será siempre un artista que admiro por su música, pero también por ser “necio”, de cantar para los oprimidos del mundo y a quienes les endulsa el dolor cantando canciones de amor. Silvio sigue siendo el comprometido, el hombre que fue cercano al poeta salvadoreno “Roque Dálton”, al que se dice le dedica su canción “Unicornio”, el que defiende a Cuba por sus logros y el que insiste a que el Imperio debe de abrirse al deseo de un país vecino que quiere vivir como lo eliga. Silvio, como dice mi amigo Oscar López, "sigue siendo Silvio".
Lástima que por momentos no lo disfruté como quise. Silvio es para escucharlo, para tratar de ver su rostro que se oculta debajo de la solera de un sombrero o “cachucha” de beisbol, Silvio es para estar callado y lograr entender sus metáforas, sus mensajes y a veces sus enredados versos que salen del corazón. Y aunque tuve que alejarme de un vecino que llegó vestido verde-olivo y que gritaba sus consignas; pude disfrutar canciones como: “En el Claro de la Luna, Mariposas, La Maza, y otras…”
2010, quedó en la historia de una visita exclusiva que cumplió uno de mis deseos que por treinta años mantuve en silencio. Silvio llegó al "Teatro Gibson" y tuvo que salir varias veces aún después de haber terminado su función para cerrar cantando un bolero llamado “Demasiado”, que muestra su versatilidad musical. ¡Gracias Silvio por haber visitado nuestra ciudad! Si no te vuelvo a ver, me conformaré con escuchar tus nuevas canciones que seguramente serán hermosas.
